MUJER Y POLÍTICA
Ciudadanía significa inclusión social, política y económica
La participación social y política de las mujeres es una estrategia central en la tarea de mejorar y consolidar la democracia.
A través de los años se ha mantenido un sistema de relaciones “asimétricas” en las que las mujeres ocuparon lugares secundarios o relegados de las posibilidades de decidir y compartir el poder.
Este sistema abarca todos los ámbitos de la vida (jurídicos, sociales, políticos, institucionales, religiosos), hecho que potencia la discriminación y acrecienta las dificultades para superarla.
Para superar estas asimetrías o inequidades lo primero que debemos hacer es “visibilizarlas”. Darnos cuenta de que existen y de que no son buenas para nadie.
Debemos aceptar la existencia de diferencias entre varones y mujeres, aceptar la diversidad. Pero tales diferencias o diversidades no pueden seguir generando desigualdad, discriminación o exclusión.
La ciudadanía no es un ideal etéreo. Es algo tangible y concreto.
Antiguamente se concebía como el conjunto de derechos y obligaciones adquiridos por formar parte de una comunidad. Esto daba el derecho a votar para elegir y obligaba al Estado a garantizar su libre ejercicio.
Pero ese concepto quedó chico frente a las exigencias y demandas sociales. En el correr del siglo XX se amplió incorporándose a su definición los derechos económicos y sociales.
Así, la equidad económica y social se constituyó en una dimensión sustantiva de la democracia.
Quien no tiene asegurada su salud, educación, vivienda, trabajo digno, calidad de vida, no es ciudadano en términos reales.
Esto puso en evidencia que en nuestra sociedad numerosos grupos humanos no eran atendidos o justamente considerados, tenían grandes dificultades para que sus problemas fueran jerárquicos en la agenda política, en el debate institucional, en la acción de los gobiernos.
Por eso, la ciudadanía, es una condición cambiante, en permanente construcción y reconstrucción que expresa la lucha de diversos actores por ser incluídos, por incluírse, en la comunidad política.
Los incluídos forman parte de las decisiones. Los no incluídos permanecen fuera de las decisiones.
Son los incluídos, los que pueden decidir, quienes fijan la agenda de los temas y problemas a discutir y resolver por la sociedad.
Ejercer la ciudadanía, entonces, implica inclusión, participar activamente en la toma de decisiones con incidencia colectiva y en la vigilancia del cumplimiento de los acuerdos entre los miembros de la sociedad y entre éstos y el Estado.
Las mujeres deben reclamar su inclusión en todas las esferas del quehacer político y público. Deben exigir participación para fijar la agenda de los asuntos que deben debatir y resolver los gobiernos. Deben participar en el debate y en la toma de decisiones.
Sin esa participación y sin ese aporte el sistema democrático pierde la oportunidad de mejorar en calidad y aumentar su fortaleza.
Partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil
En nuestro sistema político-institucional los partidos políticos aparecen como intermediarios entre la sociedad y el Estado.
Ante la crisis generalizada, la sociedad civil, a través de sus organizaciones, se transformó en sujeto activo, modificando prácticas políticas y sociales dado el desprestigio de los partidos políticos o de la política partidaria.
En esas O.N.Gs. participan mayoritariamente mujeres.
Este hecho, por un lado, expresa la fragmentación social que se ha producido y la falta de credibilidad de los partidos políticos, pero por otro, prueba que existen nuevas y viejas identidades que luchan en el espacio público por el reconocimiento de sus especificidades y la satisfacción de sus demandas.
Lo actuado por estas organizaciones también es política y también influye en la cultura política de la sociedad. Su influencia puede ser muy importante para que la sociedad cambie positivamente.
La mujer no puede menospreciar estos nichos de participación con metas orientadas a incidir en las decisiones sobre políticas públicas. Aquí también cobra importancia su criterio, su visión y su experiencia.
Participación
Participación es un concepto ambiguo que expresa la condición de “formar parte de”. Se entiende como un accionar que involucra a otras personas con las cuales se comparten objetivos comunes.
Participar implica una relación de solidaridad con otros.
La categoría “participación política” es asumida como algo más que la acción de votar cada cuatro años. Es la decisión de transformar una realidad dada en un espacio concreto.
Se hace política en los espacios cotidianos, domésticos y públicos, grupales, profesionales, sociales, en definitiva, donde dos o más personas se constituyen con un propósito común.
Desde 1983 -y en forma creciente-, las mujeres se insertaron masivamente (en nuestro país) en las organizaciones políticas y gremiales, hasta llegar a ser mayoría en su composición por sexos. Sin embargo lo hacen todavía en los planos más elementales.
A medida que se asciende en la pirámide organizacional, rápidamente decrece la visibilidad de las mujeres hasta volverse anecdótica.
“Cambio” y “participación” son fenómenos independientes.
En todo grupo humano y como elemento constitutivo de los vínculos, existen relaciones de poder.
Los espacios de participación son ámbitos en los que se dirimen conflictos de poder.
Aceptando esta realidad, cobra gran significación el establecimiento, respeto y mantenimiento de reglas de juego claras que abarquen a todos (mujeres y varones) y que todos, especialmente las mujeres, puedan ejercer en forma oportuna, concreta y plena.
En tal sentido advertimos que cuanto más se asciende en las pirámides de las organizaciones políticas, gremiales y sociales, cuando más cerca se está del poder, resulta proporcionalmente más dificultoso para las mujeres ocupar espacios jerárquicos en ellas, ya que “tienden a estar mejor representadas en los puestos menos importantes” (Bridenthal y Koonz, 1990).
Las mujeres han participado desde siempre en tareas colectivas en los barrios, en los sindicatos, en la militancia política, como voluntarias en los servicios públicos, etc.
Habitualmente, la participación femenina es una práctica social silenciosa que tiene un escaso reconocimientos social y político. Muy ocasionalmente y, en general, con relación a momentos de crisis (guerras, catástrofes, hambrunas) su presencia cobra visibilidad.
(Contribuyen a reforzar esta “invisibilización” las actitudes y conductas de las propias mujeres quienes, respondiendo a los valores, comportamientos y condiciones de existencia genéricas imperantes en la sociedad, actúan preferentemente en espacios próximos al hogar y en tareas que se vinculan estrechamente con sus habilidades y roles domésticos).
Las mujeres buscan espacios de acción política en los cuales se privilegian los vínculos de solidaridad por encima de las relaciones de competencia. Esto es una condición altamente positiva.
Frecuentemente su participación está encaminada a mejorar las condiciones de vida de otros: su familia, niños con algún tipo de carencias, adultos con problemas, etc. Rara vez definen este accionar como una actividad política y a ellas mismas como protagonistas.
Mas aún, existe una gran dificultad de las mujeres para asumirse a sí mismas, para darse cuenta de cuánto valen y lo que son capaces de hacer o han hecho.
Mariela Mazzotti, presidente de la Comisión de la Mujer de la intendencia de Montevideo manifestaba que “... el liderazgo representa para las mujeres una cuestión compleja, por lo que muchas, aunque estén ocupando espacios de decisión y representación (a nivel local) no se identifican como tales”.
Los gobiernos, los partidos políticos, suelen convocar a las mujeres en su calidad de vecinas, con discursos que aluden a la solidaridad y a la democracia.
Las mujeres responden a estos llamados. Con su esfuerzo, contribuyen a la implementación de acciones programáticas y/o en la detección y diagnóstico de problemas a nivel local.
Su participación aumenta la eficacia y eficiencia de los programas, pero escasamente influyen en la democratización de las relaciones entre las instituciones y la sociedad civil.
En este sentido, las mujeres son detentadoras de una ciudadanía restringida, afectada por las prácticas socioculturales.
Su pasividad se concentra en los cargos de menor jerarquía y poder decisional.
Medidas de acción positivas
Las medidas de acción positiva (Ley de Cupo) tienden a “remendar” el problema de la desigualdad y no a transformar las estructuras que la producen.
A lo largo de las últimas décadas se observan avances en la conciencia de hombres y mujeres respecto de la situación de discriminación de éstas y mayor sensibilidad frente a algunos problemas que las aquejan.
El aumento del conocimiento, la generación de valores igualitarios, la relación de normas y de leyes que legitimen los derechos humanos de las mujeres, la implementación de políticas sociales que habiliten y promuevan la equidad son algunas de las vías que se han abierto y que se recorren aunque con gran dificultad.
La participación de las mujeres es una herramienta muy importante para el logro de la equidad, herramienta que debe perfeccionarse para enfrentar los múltiples obstáculos que la realidad plantea.
Llama la atención en nuestro país en el último cuarto de siglo el creciente protagonismo femenino en estas experiencias, paralelo a la mayor presencia de mujeres en la vida política institucional.
Ser mujer hoy: un hándicap para participar en política
En el marco de un profundo desprestigio de la política partidaria y de los políticos profesionales –notable en la Argentina de los años recientes-, un dato es significativo al respecto: la desconfianza (o “falta de credibilidad”) en la política tradicional, en los últimos años, ha motivado la búsqueda de nuevos liderazgos y puntos de referencia ciudadana.
En este proceso, las mujeres con peso propio como dirigentes aparecen como un fenómeno nuevo en el país.
En la actualidad el ingreso de la mujer a la política funciona como un “hándicap”, como un “plus” en su favor, ya que se presenta con un discurso asociado a la solución de problemas concretos y con una práctica política desvinculada de la corruptela a la que nos tienen acostumbrados los políticos profesionales, consideradas negativamente por muchos argentinos.
Por lo tanto, estamos las mujeres hoy en mejores condiciones que ayer para ponernos de pie y avanzar con paso firme y sostenido tras la meta de conquistar “ciudadanía”.
Esto implica luchar por adaptar los sistemas imperantes dentro y fuera de los partidos políticos para que nuestra participación en la toma de decisiones sea sincera, real, oportuna y plena.
María Emma Bargagna
27/05/2011
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